Algunas novelas no se leen: se sienten.
El hotel de los corazones perdidos de Marcia DM fue una de esas. Llegó sin avisar y terminó moviéndome todo. Es de esas historias que no solo te entretienen, sino que despiertan recuerdos, duelos guardados, emociones dormidas. Y lo hacen con una delicadeza tan bonita que, cuando te das cuenta, ya estás llorando.
Astrid me gustó desde el inicio. Es una mujer fuerte, que no necesita ser rescatada. No es una “pobrecita” ni una heroína perfecta. Es simplemente una mujer real, con sus luces y sombras, que ha aprendido a mirar la vida con esperanza aunque la vida no siempre haya sido amable con ella. Su fortaleza es silenciosa pero firme, y su manera de sostenerse sin perder su ternura me encantó.
Pero no fue Astrid quien me hizo llorar. Fue Blas.
Blas Henderson Morris es todo lo que uno pensaría que no quiere sentir: rigidez, sarcasmo, frialdad. Pero detrás de ese muro, hay tanto… Hay dolor. Hay resentimiento. Hay rencor. Y, sobre todo, hay una culpa que no supo cómo gestionar. No la nombraré, pero vivía en cada palabra amarga, en cada gesto de distancia, en cada intento de no conectar con nadie.
Y fue Chester, su abuelo, quien logró atravesarlo.
Chester no está físicamente en gran parte de la historia, pero está en todo. En las cartas que le dejó, en los rincones del hotel Lani Vista, en la historia que no terminó de contar en vida. A través de esas cartas, Blas empieza a soltar. A perdonar. A sanar.
A medida que lee esas palabras escritas desde el amor, la sabiduría y la humildad, Blas va dejando ir lo que lo mantenía estancado.
Y yo, que no soy de llorar, juro que Chester, con sus palabras, me sacó más de una lágrima.
También perdí a mi abuelo. Y no pude despedirme por razones migratorias. Leer este libro fue como recibir esas cartas que yo nunca tuve. Fue duro. Fue hermoso. Fue profundamente personal.
Chester es uno de los mejores personajes secundarios que he leído. No por lo que hace, sino por lo que representa. Un abuelo que se equivocó, sí, pero que no dejó de amar. Que supo que, a veces, las palabras pueden llegar a tiempo, incluso después de la muerte.
Y en medio de todo eso, el amor.
La conexión entre Blas y Astrid va creciendo de forma tan natural que ni siquiera te das cuenta cuándo empieza a dolerles no estar juntos. Sus diferencias no son solo excusas para discutir: son reflejos de las heridas que cada uno carga. Y cuando se abren el uno al otro, lo hacen sin necesidad de perder su identidad. Ese tipo de amor, el que suma y no resta, siempre será mi favorito.
Sobre el spicy, te cuento que está perfectamente equilibrado: 3.5/5. Las escenas íntimas no buscan impresionar, buscan emocionar. Están al servicio del vínculo emocional, y eso se nota.
📚 Mi calificación final: ★★★★★
🔥 Spicy: 3.5/5
El hotel de los corazones perdidos es mucho más que una historia romántica.
Es una carta de amor a los abuelos que marcaron nuestras vidas.
Es un homenaje a los silencios que también sanan.
Es un recordatorio de que, a veces, un libro puede hacer lo que no logra ni el tiempo: ayudarnos a soltar.
Gracias, @MarciaDm, por regalarnos a Blas, Astrid, y sobre todo… a Chester (ojitos de perrito triste).
Loli M.